Una sonrisa, una sonrisa que te envuelve y te atrae como la
madera al fuego, sientes calor en tu espalda mientras sus dedos se apoyan
suavemente sobre la tela de tu vestido y sus labios se posan en tu mejilla,
delicadamente.
Un susurro en tu oído que hace que te tiemblen las rodillas,
notas su aliento sobre tu cuello y sonríes ante su comentario, le acaricias el
brazo, y dejas tu mano apoyada en él, te acercas y saboreas tu bebida, vuelves
a centrar tu atención en él, mojándote los labios con la lengua.
Una mirada, profunda, cristalina y brillante, de pestañas
tan largas que se enredan con las tuyas, haciendo que el río desemboque en el
mar, perdiéndose en la corriente.
Una caricia, su piel contra tu cuello, mientras habla
vivaracho, te pierdes en sus palabras como si de un buen libro se tratase,
ruedan por tu piel como lo hacen sus dedos por tu cintura, son como música para
los oídos.
Un ‘sí’, sí a que su aliento se mezcle con el tuyo, a que
sus labios quieran ser parte ti, sí a que no deje de hacerte estremecer bajo
sus manos, bajo su mirada, a que su pelo se enrede entre tus dedos y su sonrisa
choque contra la tuya, sí a que su voz resuene en tus oídos y tu risa tintinee
en los suyos…
Un ‘no’, no a tener que separarse y olvidarse de todo, un no
a volver a su vida como si nada, un no a
que no sea real, un no a preguntarse, ¿porqué no puedo tenerlo?
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