Sangre, papel, cristales, madera, plumas y rabia, mucha
rabia… Flotando en la pequeña habitación que acogía al chico de labios
carnosos, con una expresión de niño, de niño enrabietado y a punto de cometer
una locura.
Un hilillo de sangre le corría por el labio, se había
clavado los dientes tan fuerte, que se lo había roto, pero no le dolía, estaba
demasiado ofuscado como para darse cuenta de nada de lo que ocurría a su
alrededor.
Un grito gutural subió por su garganta, lleno de ira,
rabioso, triste. Sus cuerdas vocales vibraron furiosas contra su piel, como si
un músico tocara sin control las cuerdas de su violín, apasionado, herido…
Tiro otra de las estanterías que quedaban en pie, los
cristales que cubrían la parte de arriba del mueble estallaron en mil pedazos,
clavándoselos en los brazos y las mejillas, haciendo que pareciera hecho por
rubíes.
Volvió a gritar mientras despedazaba un libro, palabras que
ya no tenían sentido, que ya no quería leer nunca más, palabras que ya no
sentía, rotas y demolidas, reducidas a trocitos blancos que parecían copos de
nieve, mezclándose con los cristales y el polvo de la madera rota.
Las heridas de la cara empezaron a escocerle… Se secó de un
manotazo los ojos y dio un puñetazo a la mesa de madera, ya rota en pedazos,
que había en el centro de la estancia.
Sus gruñidos de rabia se veían entre cortados por los
sollozos y la respiración agitada, dándole una imagen aún más trágica, más
penosa.
Agitó la cabeza, intentando no volverse loco, se revolvió el
pelo, casi arrancándoselo, volvió a dar un grito y un par de puñetazos al suelo
y a la pata de la mesa donde se había apoyado después de dejarse caer sobre el
montón de escombros que se expandían por toda la habitación.
Pasó el dorso de la mano por debajo de la nariz, secándose
la cara, se mordió el labio superior, haciendo que sobresaliese más de su boca,
dándole un aspecto sexy entre tanto drama.
La sangre de las pequeñas heridas que le habían hecho los
cristales, se estaba resecando, pero las pequeñas virutas transparentes, seguían
incrustadas en su piel, aunque no había dolor, no lo había…
- ¿Dan?- una voz sonó como un susurro en la lejanía.
El chico no se movió, sólo soltó un gruñido ahogado y apretó
los pies descalzos contra los cristales, la madera, la tela y las plumas que
había bajo él.
- ¿Por qué?- la chica se agachó para quedarse a la misma
altura que el de pelo color chocolate.
Los ojos del mismo color que su pelo, se clavaron en los
verdosos de ella, moviéndolos nerviosamente, intentando indagar en los
pensamientos de la chica.
Ella paso la yema de sus dedos por las mejillas redonditas
de él, acariciando los rubíes, fue bajando por la mandíbula, la barbilla y
llegando a las pequeñas hendiduras de los dientes que tenía en el labio
inferior, las acarició suavemente con el dedo índice, y volvió a mirar al chico
a los ojos, él sonrió, haciendo que sus ojos se empequeñecieran, dándole a su
aspecto un aire felino, y como si de un felino se tratara, recorrió la poca
distancia que había entre ellos, sigiloso, para besar a la chica tan suavemente
como las caricias que le había regalado ella.
Inspiración: Hurts - Illuminated
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