lunes, 29 de julio de 2013

Illuminated

Sangre, papel, cristales, madera, plumas y rabia, mucha rabia… Flotando en la pequeña habitación que acogía al chico de labios carnosos, con una expresión de niño, de niño enrabietado y a punto de cometer una locura.
Un hilillo de sangre le corría por el labio, se había clavado los dientes tan fuerte, que se lo había roto, pero no le dolía, estaba demasiado ofuscado como para darse cuenta de nada de lo que ocurría a su alrededor.
Un grito gutural subió por su garganta, lleno de ira, rabioso, triste. Sus cuerdas vocales vibraron furiosas contra su piel, como si un músico tocara sin control las cuerdas de su violín, apasionado, herido…
Tiro otra de las estanterías que quedaban en pie, los cristales que cubrían la parte de arriba del mueble estallaron en mil pedazos, clavándoselos en los brazos y las mejillas, haciendo que pareciera hecho por rubíes.
Volvió a gritar mientras despedazaba un libro, palabras que ya no tenían sentido, que ya no quería leer nunca más, palabras que ya no sentía, rotas y demolidas, reducidas a trocitos blancos que parecían copos de nieve, mezclándose con los cristales y el polvo de la madera rota.
Las heridas de la cara empezaron a escocerle… Se secó de un manotazo los ojos y dio un puñetazo a la mesa de madera, ya rota en pedazos, que había en el centro de la estancia.
Sus gruñidos de rabia se veían entre cortados por los sollozos y la respiración agitada, dándole una imagen aún más trágica, más penosa.
Agitó la cabeza, intentando no volverse loco, se revolvió el pelo, casi arrancándoselo, volvió a dar un grito y un par de puñetazos al suelo y a la pata de la mesa donde se había apoyado después de dejarse caer sobre el montón de escombros que se expandían por toda la habitación.
Pasó el dorso de la mano por debajo de la nariz, secándose la cara, se mordió el labio superior, haciendo que sobresaliese más de su boca, dándole un aspecto sexy entre tanto drama.
La sangre de las pequeñas heridas que le habían hecho los cristales, se estaba resecando, pero las pequeñas virutas transparentes, seguían incrustadas en su piel, aunque no había dolor, no lo había…
- ¿Dan?- una voz sonó como un susurro en la lejanía.
El chico no se movió, sólo soltó un gruñido ahogado y apretó los pies descalzos contra los cristales, la madera, la tela y las plumas que había bajo él.
- ¿Por qué?- la chica se agachó para quedarse a la misma altura que el de pelo color chocolate.
Los ojos del mismo color que su pelo, se clavaron en los verdosos de ella, moviéndolos nerviosamente, intentando indagar en los pensamientos de la chica.

Ella paso la yema de sus dedos por las mejillas redonditas de él, acariciando los rubíes, fue bajando por la mandíbula, la barbilla y llegando a las pequeñas hendiduras de los dientes que tenía en el labio inferior, las acarició suavemente con el dedo índice, y volvió a mirar al chico a los ojos, él sonrió, haciendo que sus ojos se empequeñecieran, dándole a su aspecto un aire felino, y como si de un felino se tratara, recorrió la poca distancia que había entre ellos, sigiloso, para besar a la chica tan suavemente como las caricias que le había regalado ella.




Inspiración: Hurts - Illuminated

sábado, 27 de julio de 2013

Paradise

- Cassi, ¿qué ha pasado con Kaho?
Una voz detrás de ti resonó en la nada, una voz que no te apetecía tener cerca de ti en ese momento, una voz que no querías que te reconfortara… No te volviste a mirarle, ni pronunciaste una palabra, seguías mirando al horizonte lleno de estrellas, de oscuridad y a lo lejos, demasiado lejos, un sol, un sol que parecía caliente, vivo, alegre… Moviste las piernas colgando de una de las rocas que formaban los anillos de Saturno, ese planeta que tanto te fascinaba, rascaste un poco de arenilla e hiciste un dibujo con los dedos, respiraste hondo, oliendo a una mezcla de madera húmeda y quemada, sonreíste de medio lado.
Oíste como él se acercaba, saltando de roca en roca hasta llegar a ti.
- No deberías venir aquí, es peligroso.
- Subirse a una montaña rusa de metal oxidado y vagones que no se revisan desde hace medio siglo a los que le faltan tuercas y piezas, y ah, una malla de pinchos debajo esperando tu caída también lo es y tú te montas, así que no me digas lo que es peligroso o no…
Se te quedo mirando desde arriba, tú desviaste la mirada de la suya sin ganas de seguir hablando, haciendo una mueca de indiferencia. Y él en vez de irse, se agachó y se sentó a tu lado, sobre una de sus piernas y la otra la dejo colgando en el vacío.
- ¿Porqué habéis discutido?
- Orion, déjame tranquila, por favor…
Un segundo después de haber pronunciado esas palabras te arrepentiste, porqué le tratabas así, si siempre estaba a tu lado, sin nunca pedirte nada.
- Está bien.- fue a levantarse pero se lo impediste cogiéndole de la mano.
- No, no te vayas.
Volvió a poner la pierna en su sitio y relajó el cuerpo, como antes estaba, tu no le soltaste la mano, la tenías apretada lo justo sobre tu regazo.
- ¿Por qué tiene que ser tan imbécil a veces?
- Ya sabes que Kaho es así, le gusta llamar la atención haciendo ese tipo de bromas.
- Sí, lo sé, pero siempre viene con la misma historia, y lo nuestro fue hace mucho tiempo, y además, ¿qué se ha creído? Si fue un día… No estoy rendida a sus pies ni mucho menos, hay otras cosas en las que pensar…
- ¿Cómo qué?- te dirigió una mirada de esas que podrían derretir a cualquiera sin ni siquiera él quererlo.
Balbuceaste un poco, intentando encontrar en qué podías pensar…
- Pues en lo bonito que es esto, por ejemplo…- murmuraste casi tropezando con tus propias palabras, agachando la mirada y mirando otra vez a las estrellas.
- Si, podríamos concentrarnos en observar este pequeño paraíso…- dijo sin parar de mirarte.- Pero creo que deberías hablar con Kaho y decirle realmente lo que piensas y que deje de molestarte, estoy seguro de que acabará dejándote en paz.- continuó frotándose el cuello con la mano que tenía libre y mirando hacia el mismo punto al que mirabas tu con una leve sonrisa en los labios.
- Dudo mucho que el muy crío me deje en paz algún año.- dijiste resignada.- Aunque espero poder quedarme aquí siempre para no tener que aguantarle.
- ¿Tampoco quieres aguantarme a mí?- te miró con cara de víctima arrancándote una sonrisa.
- A ti no te aguanto, contigo estoy como… Bueno ya sabes, bien.- sonreíste de medio lado.
- No, no sé, ¿sólo bien?- dijo haciéndose el tonto.
- Si sabes, esa sensación de estar pleno…- te interrumpiste al ver su sonrisa mientras se mordía el labio.- Ves, si lo sabes, ¡idiota!- le soltaste la mano para darle un pequeño golpe en el hombro.
- Anda ven.- te cogió por encima de los hombros mientras con la otra mano te acarició con sutileza la mandíbula.- Sí, si lo sé…- le viste sonreír.
- De todas formas, había pensado en que, bueno, en que te podrías venir tú también, ya sabes, no me gusta estar todo el tiempo sola…
- Por lo visto sé muchas cosas, ¿no?- su carcajada resonó por toda la galaxia.
- ¡Que no te rías de mi!- le pinchaste en el costado.
- Ah, ah, vale, vale, cosquillas no.
- Pues deja de vacilarme, que te lo estoy diciendo en serio, jo…- te apoyaste en su pecho y le miraste desde abajo.
- Vendré encantado.- sonrió dándote un toquecito en la nariz.
Y después dejo el dedo sobre ella y fue bajando por un lateral, recorrió la mejilla derecha y fue hasta la comisura de tus labios, se te corto la respiración en cuanto su piel entró en contacto con tu boca, le miraste, le miraste intentado leer lo que estaba pensando, intentando ver lo que quería, lo que sentía… Sabías que había algo, siempre lo habías sabido, pero era la primera vez que lo tenías tan claro.
Te alzaste un poco agarrándote suavemente al cuello de su camiseta, él ya se acercaba a ti, con prisa, mucha prisa… Y te encontraste con su boca, pensabas que ibas a chocar bruscamente, pero él controló sus impulsos a la perfección y te besaba, te besaba, te besaba, te be… Tu cerebro desconecto…

Sus labios carnosos, suaves, dulces, ¿de verdad estabas en Saturno? ¿O en el paraíso?