lunes, 16 de diciembre de 2013

Beautiful Killer

- ¿A dónde te crees que vas?- dijo el alto agarrando a la chica con suavidad por el cuello.

Ella no contestó, lo miró a los ojos color chocolate puro, con una profunda mirada sobrecogedora, y se perdió allí, como si la hipnotizara. El chico sonrió de medio lado, dándole una mueca perversa a su expresión, y se acercó más a ella.

- No pienses que vas a ir muy lejos…- susurró en el oído de pelirroja, arrastrando las palabras, recreándose en cada una de ellas, con su voz grave, que no acompañaba su rostro angelical.

Bajó la mano que tenía alrededor del cuello de la chica, con una suave caricia alrededor de éste y, desenroscándolos, paseó los dedos por los hombros, las clavículas y siguió bajando por el pecho, hasta llegar al esternón, donde deslizó sus dedos por debajo de la tela del vestido esmeralda… Sólo las yemas, acariciando la pálida piel de ella. Rió con una risa demente sobre la oreja de ella mientras seguía su juego, y ella, ella se sobrecogía con cada caricia con la que él la deleitaba, se sobrecogía con cada mirada que él la dedicaba, con cada sonrisa, esa preciosa sonrisa oscura que se apoderaba de cualquiera aunque no quisieran, esa que la tenía a su merced…

El chico gruñó en su oído cuando la apretó más contra sí, para después morderla el lóbulo y juguetear con su lengua pasándola un par de veces por la piel que tenía entre sus dientes. Ella gimió echando la cabeza ligeramente hacia atrás, casi cayendo en sus brazos. Una risa triunfal salió de los labios del moreno, llenando cada rincón de aquella habitación, y llenando el alma de la chica que tenía entre sus brazos. Ella se incorporó para mirarlo de nuevo a los ojos, lo observó unos segundos, sumergiéndose en aquel océano achocolatado, retándole…  Se acercó a él para rozar sus labios con el moreno, de abajo arriba, haciendo que chocaran levemente sus naricillas respingonas antes de apartarse juguetona.

Él la miró de nuevo, sonrió de medio lado y después se mordió el labio inferior mientras la agarraba del trasero y la acercaba totalmente a sus caderas, sin dejar casi espacio ni siquiera para la ropa que aún llevaban, y se lanzó a su boca como si hubiese estado un mes en el desierto y hubiera encontrado agua en un oasis, y la besó, la besó con urgencia, salvajemente, como si la fuese a comer, y ella le respondió con la misma pasión, apretándole muchísimo más contra su cuerpo, mordiendo sus labios, revolviéndole el pelo bajo sus manos, desesperadas por tocarle… La mano de él paseó por su muslo izquierdo y fue por la parte interior, subiendo por debajo del vestido, la rozó suavemente entre las piernas, haciendo que la chica temblara bajo sus caricias y se separara un poco de sus labios para recobrar el aliento.

El chico sacó la mano de allí tan despacio como la había subido, y con un ligero beso, se separó de ella sonriendo de medio lado.

La chica estaba aturdida, con la boca semi abierta, jadeando. Lo miró como si fuese a atravesarle con mil cuchillos y se rió, se rió con la misma risa de perturbada que había tenido él hacia un rato.

El moreno se dio media vuelta y comenzó a subir las escaleras paseando sus dedos por la barandilla, jugueteando con la piedra como lo había estado haciendo con ella unos segundos antes, provocando. Y ella gruñó, un sonido que le salió del pecho, de rabia, de contención, de deseo, de placer… Y él la esperó, la esperó al llegar a medio camino, era demasiada la tentación.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Emptiness

Tic toc tic toc... Dos horas y cuarenta minutos
El tiempo no se detiene, no es como en las películas que los buenos momentos duran eternamente y van a cámara lenta, no, es más, van a cámara ultra mega sónica, dándote demasiada información de golpe, demasiadas emociones, para después quitártelas tan rápido como han venido, y te dejan vacío, como si ese momento nunca hubiera pasado y aún estuvieras esperando que llegara tan ilusionado como un niño el día de navidad, contando los días y las horas que quedan para que llegue, pero ya ha pasado y tu te quedas como si te hubieran arrancado un pedacito de ti...
Y después llega el sentirse perdido, el echar de menos todo eso, a ellos, verles y pasar aunque sea dos segundos con ellos cada día, es una droga, necesitas más y más, pero sabes que por el momento no la tendrás, y el sentimiento de vacío se incrementa, y te acuerdas de cada momento que te hizo sonreír y quererles un poquito más, de cada momento que ellos te dedicaron con sus sonrisas, y quieres volver el tiempo atrás, porque una vez no fue suficiente, porque quieres volver a recuperar ese pedacito y llenar ese vacío que han dejado, porque no quieres echarlos de menos...

Tic toc tic toc... Doce días
No ha cambiado nada, y el vacío sigue ahí, pero ya no estás triste, ahora sonríes al recordar todos y cada uno de los momentos que viviste con ellos, todo lo que te hicieron sentir, y no es una sonrisa melancólica, estás feliz por haber tenido la oportunidad de tenerles cerca, de compartir con ellos esas dos horas y cuarenta minutos...
Y sonríes de nuevo, porque, no sabes cuando, pero volverás a verlos, estás seguro de ello.