Llega un punto en tu vida en el que te das cuenta de que la gente no merece la pena, todos están contigo por algo, ya sea por no quedarse solo, pero no del tipo, estoy contigo porque me gusta estar contigo y así no estoy solo, si no, si no estoy contigo me quedo solo y no quiero estarlo, así que aunque no te aguante, o este hasta las narices de tus cosas, estoy contigo. Sea por envidia, sí, esa que te lleva a decir, ya verás ahora voy a ser mejor que tu y me tendrás que tener envidia tu a mi, y me regocijaré. Por falsedad, por cobardía, por cientos de cosas, pero siempre te decepciona todo el mundo y te das cuenta de que no vas a contar con nadie en toda tu vida, tendrías que encontrar a una persona buena, pura y sin maldad, de las que ya pocas quedan.
También están esas personas que se piensan que lo saben todo de ti, que son más listas que nadie y pueden opinar de tu vida como si en realidad te conocieran de verdad, esas con las que una vez pasaste el tiempo y ahora se creen con derechos sobre ti.
También esas que van como el viento, complaciendo a todo el mundo que le interesa en ese momento y no son capaces de decir las cosas como las sienten y no ir como la marea.
Y esas que pensabas que podrías contar con ellas, pero a la hora de la verdad, se dan media vuelta poniendo excusas baratas, importándoles cero lo que a ti pueda importante un mundo.
Y luego estoy yo, que a pesar de haberme dado cuenta, me da igual, he aprendido a ser un poquito de todo esto, y estoy feliz con lo que soy, porque en realidad lo que muestro es solo una fachada, si lo pienso soy una gran actriz, como todos en realidad, podríamos decir que hacemos el papel de nuestra vida... Porque en esta vida, o comes o te comen, o eso dicen, ¿no?